Hace más de un mes la vi por última vez. Estaba radiante. Hoy, algunas
cordilleras y otras tantas fronteras nos separan, y la sé radiante. De este
lado del planeta, nada se compara con ella.
El subte allá es una incógnita. El tránsito es igual de caótico acá, o
peor. El clima está agradable, allá el sol arrecia. Mi cuerpo está fuera de
forma, pero mi voluntad está en mejores condiciones que nunca. Empecé a entrenarme
en serio. Ojalá Charly me pudiera ayudar. Creo que ningún otro profe sabe
ponerme a punto como él.
Tengo mucho trabajo pendiente y algunos proyectos por desarrollar. Quiero
darme tiempo para todos quienes quieren verme y charlar conmigo, luego de tantos
años. It takes two to tango… no prometo nada, solo mi mejor sonrisa, mi mejor
charla y mi mejor compañía.
Mi laptop está lesionada. Se calienta con más facilidad que pitbull
encadenado. Podría ser un esguince. Le doy una semana de baja. Aunque a veces,
la medicina nos sorprende con sus avances. Siempre que esto pasa tengo miedo
por tanto escrito sin terminar, tanto artículo por escribir, tanto trabajo por
despachar… mis fotos y mis canciones, mi música.
Me muero de ganas de patear un balón, pero con sentido. No me interesa
patearlo porque sí. Quiero dar y recibir
pases, quiero entrenar, jugar, ganar, asistir, definir, defender, recuperar…
Extraño el fútbol. Extraño dirigir los domingos. Extraño los entrenamientos. Extraño
a mi equipo.
Me hacen falta los jueves en Capital. Casi tanto como los domingos, específicamente en Costa Salguero.
Siento que me quedé un poco huérfano sin los jueves. Tengo ganas de volver a
aprender, de volver a escuchar y contar… contar cosas que no le cuento a nadie...
y que a veces, termino contando aquí. Tengo ganas de más abrazos.
Me hace falta el café con leche condensada en el Mc Café de Recoleta,
casi tanto como el café havanna en Plaza Pringles en Rosario. Siento la necesidad de tomar café ahí, mirando
a la gente pasar por Calle Córdoba, en compañía de un buen libro, o de un no
tan buen cuaderno y una birome.
Tengo a mi chow-chow, Kobe, conmigo y a mis pies, dormido pero
pendiente de mi menor movimiento para despertarse y acompañarme. Hace poco
llegó a casa Kena, la pequeña cachorra, también una chow. Es una necesidad que
mis perros tengan la lengua morada y el paladar negro, patas gruesas, cola
enrrollada, hocicos chatos y orejas levantadas como los tienen todos los
descendientes más directos de los lobos. Me encantan. Son una mezcla de leones,
lobos y osos en un solo animal. Son independientes, orgullosos, voluntariosos,
inteligentes, algo cascarrabias. Se necesita paciencia, ingenio y mucho
carácter para educarlos.
Saldo cuentas. Intento ahorrar, trabajo mucho, como fruta y bebo mucha agua. Siempre extraño lo que tuve y aún lo siento mío. Siempre valoro lo que
recupero cuando vuelvo. Mi vida se ha convertido en una especie de soltar para
sujetar continuo… A ratos, eso me desespera. A ratos, eso me divierte. Tengo muchas ganas de volver a escribir y este es el primer
intento, un balance general.
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