miércoles, 16 de enero de 2013

12. Balance

Hace más de un mes la vi por última vez. Estaba radiante. Hoy, algunas cordilleras y otras tantas fronteras nos separan, y la sé radiante. De este lado del planeta, nada se compara con ella.

El subte allá es una incógnita. El tránsito es igual de caótico acá, o peor. El clima está agradable, allá el sol arrecia. Mi cuerpo está fuera de forma, pero mi voluntad está en mejores condiciones que nunca. Empecé a entrenarme en serio. Ojalá Charly me pudiera ayudar. Creo que ningún otro profe sabe ponerme a punto como él.  

Tengo mucho trabajo pendiente y algunos proyectos por desarrollar. Quiero darme tiempo para todos quienes quieren verme y charlar conmigo, luego de tantos años. It takes two to tango… no prometo nada, solo mi mejor sonrisa, mi mejor charla y mi mejor compañía.

Mi laptop está lesionada. Se calienta con más facilidad que pitbull encadenado. Podría ser un esguince. Le doy una semana de baja. Aunque a veces, la medicina nos sorprende con sus avances. Siempre que esto pasa tengo miedo por tanto escrito sin terminar, tanto artículo por escribir, tanto trabajo por despachar… mis fotos y mis canciones, mi música.

Me muero de ganas de patear un balón, pero con sentido. No me interesa patearlo porque sí.  Quiero dar y recibir pases, quiero entrenar, jugar, ganar, asistir, definir, defender, recuperar… Extraño el fútbol. Extraño dirigir los domingos. Extraño los entrenamientos. Extraño a mi equipo.

Me hacen falta los jueves en Capital. Casi tanto como los domingos, específicamente en Costa Salguero. Siento que me quedé un poco huérfano sin los jueves. Tengo ganas de volver a aprender, de volver a escuchar y contar… contar cosas que no le cuento a nadie... y que a veces, termino contando aquí. Tengo ganas de más abrazos.

Me hace falta el café con leche condensada en el Mc Café de Recoleta, casi tanto como el café havanna en Plaza Pringles en Rosario.  Siento la necesidad de tomar café ahí, mirando a la gente pasar por Calle Córdoba, en compañía de un buen libro, o de un no tan buen cuaderno y una birome.

Tengo a mi chow-chow, Kobe, conmigo y a mis pies, dormido pero pendiente de mi menor movimiento para despertarse y acompañarme. Hace poco llegó a casa Kena, la pequeña cachorra, también una chow. Es una necesidad que mis perros tengan la lengua morada y el paladar negro, patas gruesas, cola enrrollada, hocicos chatos y orejas levantadas como los tienen todos los descendientes más directos de los lobos. Me encantan. Son una mezcla de leones, lobos y osos en un solo animal. Son independientes, orgullosos, voluntariosos, inteligentes, algo cascarrabias. Se necesita paciencia, ingenio y mucho carácter para educarlos.

Saldo cuentas. Intento ahorrar, trabajo mucho, como fruta y bebo mucha agua. Siempre extraño lo que tuve y aún lo siento mío. Siempre valoro lo que recupero cuando vuelvo. Mi vida se ha convertido en una especie de soltar para sujetar continuo… A ratos, eso me desespera. A ratos, eso me divierte. Tengo muchas ganas de volver a escribir y este es el primer intento, un balance general.

Me falta encontrarme con ella. Estará radiante, pese al calor. Pero me queda mi memoria cargada de sus memorias…Mi memoria siempre exacta, siempre intacta, martillando, proyectando, pasándome el replay de imágenes nítidas, aromas claramente distinguibles, carentes de sonido por propia elección. Me gustaría que las imágenes viniesen acompañadas del sonido de  un viejo proyector de películas y así quedarme dormido esta noche mirándola sonreírme, sin saber que decirme, ni cómo responderme, como si tuviese miedo que en sus ojos encuentre las respuestas; como si tuviese ganas que en sus ojos encuentre esas respuestas... Como si tuviese ansias de encontrar sus respuestas en los míos, solo que aún no se atreve. 


0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;