miércoles, 23 de mayo de 2012

7. Reflexiones desde el living (y desde la 'Ciudad del Desencuentro'')

Reconozco que tengo predilección por algunas personas. Hay ciertos amigos a los que quiero más, otros a los que no tanto… Creo que incluso podría haber familiares no inmediatos con los que siento y muestro una mayor afinidad. Lo considero totalmente normal. Creo que hay gente por la que puedo poner la mano en el fuego y por quién podría llegar hasta mentir; pero por otros, no. A esos otros solamente les recomendaría que tengan cuidado porque se van a quemar en ese mismo fuego.  Hay gente por la que iría a la guerra y con la que iría a la guerra, y gente a quien no le tengo ninguna fe en sus propias guerras, pero que si salen victoriosos, me contentaría mucho.  Creo que se puede querer a las personas en diferentes grados... ‘Te quiero’: a veces es poco. ‘Te quiero mucho’: a veces es más. ‘Te quiero muchísimo’: tiene un gran peso y luego de ese ‘te quiero muchísimo’, ¿qué viene?.... ‘Te quiero’, nuevamente y resulta que menos es más… A veces, no va un ‘te quiero’, si no un ‘te amo’ cuando la historia es muy grande.

Pero el te amo’ no contempla gradaciones. No hay un te amo poco o mucho… 'Te amo mucho' resulta redundante. El amor cuando crece se expande en sí mismo, pero no se ama por porcentajes. Mi amor nunca creció del 50% al 76,3%, por poner un ejemplo. El amor no reconoce tibios, ni incompletitud. Amas a alguien o no. Si hay dudas, no la amas. Talvez la quieres muchísimo… Talvez la quieres, solamente. Pero no hay amor. Cuando sales a la lluvia o te empapas o simplemente no sales a la lluvia, no hay espacio para relativos.  Yo no amo ‘para ver que pasa’.

- ¿Estás con alguien? 
- No, no soy con nadie.- respondí. 

Estar es eso: sola y vulgarmente, ‘estar’, como una planta, como un cuadro, como la silla vieja en la que descansa mi campera las noches… Eso es estar. Me gusta SER con alguien, implica acción. Estar me parece muy pasivo, como para subirnos en un barco que no sabemos a donde va y que nos lleve el viento. Perdón, no puedo. Eso no puedo. Nunca tuve tanta suerte como para dejar que el viento me lleve a donde se encapriche.  ¿Estás con alguien? ¿Estás QUÉ con alguien?... Estoy bien… Estoy mal. No lo entiendo de otra forma.

No empezaría a salir con alguien ‘para ver que onda’. No soy una persona tibia. No es que salgo con alguien pensando que me voy a casar con ella. Cuando salgo es para saber si me gusta o no; si me gusta como persona, como mujer, como ser humano, como profesional apasionada porque me gusta que me transmita pasión, no por mí, que soy un desconocido, al fin y al cabo, sino por las cosas que piensa o que hace. Ojo, no hablo de ver si me gusta para pensar en ella como novia. Si no de conocer a la mujer detrás del personaje y a la persona detrás de la mujer. No necesito más. Luego de eso podemos no volver a vernos nunca más, o vernos todos los días. Hay un abanico demasiado grande de posibilidades que por la cuadradez mental no queremos aceptar, si me permiten el palabro.

Cuando yo salgo con alguien quiero saber qué es lo que piensa, y primeramente quiero saber eso: que ella piensa, aunque no sintonicemos siempre. Eso es lo de menos. Cuando salgo con alguien quiero escuchar otras palabras que no sean las mías. No, no quiero enamorarme. No en ese momento,  ni quiero que se enamoren de mí… Quiero conocer sin pausas y sin prisas a mi interlocutora, quiero que no existan esas miradas angustiadas al reloj que parece que la persona no encuentra el momento de irse y lo busca entre las manecillas; no quiero chequeos constantes al blackberry, a los mensajes que recibe, a los tuits que no le llegan… Ya habrá tiempo de eso, y que los encuentros acaben cuando tengan que terminar. Odio los apuros, las presiones y los encuentros obligados. Y por obligados entiéndase esos en los que calza un ‘¡Mierda, por qué le dije que si, si no quiero verlo?’ ‘Si no quiero salir con ella’

No soy un tipo tibio. No puedo amar a alguien especulando con el ‘yo no sé mañana… yo no sé si soy para ti, o si serás para mí’. ¡Esas son obviedades! No voy a dejar de dar mi todo porque no pueda predecir mi futuro. Como amigo soy tan total como lo soy como hombre, como ser humano.  Siento la obligación de no perder la coherencia entre lo que digo y lo que hago, so pena de sentirme muy frustrado, porque al único que no puedo defraudar es a mi mismo.

Creo que cuando amas a alguien, con tal intensidad y fuerza que no se pueden explicar, la vas a ‘querer bien’, con el ‘ti volglio bene’ de los italianos y le vas a amar cuando esa persona está en sus mejores días y le de gusto mirarse en tus ojos, o cuando conversas con ella con la luz apagada y escuchas que el baño está perdiendo agua y te toca levantarte porque a ella le va a dar frío; la vas a amar cuando te estés bañando y no encuentres el momento que el baño termine para salir medio mojado, y darle un beso. La vas a amar cuando ella se vaya de compras o cuando tengas que acompañarla; o cuando se enoje y no quiera decir lo que le pasa, aunque le hayas explicado ‘n’ veces que odias que se quede callada; cuando llore, cuando se sienta sola pese a tu compañía incondicional, cuando se enoje con o sin razón, pero sobre todo cuando esté triste y dolida, porque es precisamente cuando más necesitará de tu amor.  Yo creo que cuando amas a alguien, la amas siempre, aún cuando ella se enoje porque el perro de los dos te quiere más a vos que ella; la vas a amar siempre, cuando cocine bien y cuando queme el arroz; cuando te cambie de canal, cuando se suba sobre tu cuerpo, cuando se venga, llena de placer y hasta cuando te diga, ‘mi amor, esta noche no tengo ganas’ y te quedes preocupado; la vas a amar igual, con totalidad. Cuando esté totalmente agotada y se sienta desecha, pero vos la veas hermosa porque está cargando a tu pequeño y arrugado bebé que acaba de traer al mundo, la vas a amar igual, con totalidad, pero sentirás que es más porque la emoción te eleva del piso.

No hay un te amo hoy y mañana no. Sé que las cosas cambian y que ‘yo no sé mañana' cambiamos de ánimo, cambiamos de casa, cambiamos de ciudad y hasta de país;  cambios causados por hormonas convulsionadas, cambios causados por estrés laboral, añádele que tu equipo no salió campeón, el período menstrual, el mal momento económico del país, y el sueldo que no alcanza a fin de mes;  y de corolario, las miserias humanas frustrando nuestro día a día… pero pese a que conozco y reconozco todos estos factores, conozco al amor como fuerza última. Creo en el amor, ese que cuando encuentras algo que no te gusta, te hace maldecir pensando en la persona que tanto adoras, seguido de la forma en que tan dulcemente le llamas, niegas con la cabeza, te sonríes entre molesto y compasivo y tienes deseos de volver a verla para darle un beso. 

2 comentarios:

David dijo...

Sin duda en este poco tiempo te has convertido en uno de mis escritores favoritos por todo lo que plasmas... Un excelente trabajo amigo!! La verdad es que es de lo mejor que he leído. Siga así maestro! Bendiciones

Juan K Peña dijo...

Gracias, mi estimado! Espero que te sigan gustando mis publicaciones ;)

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